SOBRE LOS MODELOS ANIMALES Y SU FIABILIDAD

Existen algunas posiciones inflexibles sobre los resultados de investigaciones realizadas en modelos animales, uno de los principales argumentos es: “fue hecho en ratones y eso solo aplica a ratones”, “cuando seas un ratón te serán de utilidad esos resultados”, “somos diferentes y punto”, “las variables son muy controladas, eso no aplica a la vida real”… sólo por mencionar, y no se falta a la verdad al expresar que los roedores son roedores y los seres humanos somos seres.

Desgraciadamente o afortunadamente, existen marcos legales rigurosos en investigación biomédica y no es siempre posible realizar investigación experimental en seres humanos, es decir, no es posible tener seres humanos como voluntarios a los que les podamos “implantar” un cáncer para ver como evoluciona o como impactan los fármacos en su progresión y estado de salud. Es por ello que en muchas patologías es necesario emplear modelos animales, y, el poder usar animales en la experimentación no es un derecho, es un privilegio (y, dicho sea de paso, implica mucha responsabilidad, controles, cuidados, y por lo menos, la aprobación del comité de ética).

Y, justamente en un modelo experimental animal lo que se quiere es controlar variables para evitar “bias”, y para tener resultados más certeros; tampoco se eligen por gusto los modelos animales (no se trata de que “me da más penita matar a un conejo que a una rata asquerosa”), es necesario tomar en consideración varios factores:

  •        Reproducibilidad: porcentaje de animales que alcanzan la misma característica patológica dentro del mismo marco de tiempo.
  •      Especificidad: el modelo debe tener la alteración deseada sin ninguna otra gran complicación
  •      Costo: siempre es un problema. Los modelos a largo plazo son caros.
  •        Seguridad: Ni el animal ni el método deberían presentar peligros de salud para el personal.
  •        Tamaño: un animal grande tendrá mayor volumen sanguíneo y mayores, por ejemplo.
  •         Reversibilidad: en ciertos estudios, esto es crítico (por ejemplo, falla hepática fulminante, encefalopatía hepática).
  •       Viabilidad: si el laboratorio tiene la experiencia, mano de obra, instalaciones, etc., para generar o manejar el modelo (Titos, 2017).

Los animales son para el investigador un reactivo biológico, por lo que su pureza debe ser vigilada, controlada y contrastada, al igual que cualquier reactivo, sin descuidar su posible contaminación biótica (Hernández, 2006).  La homogeneidad genética de estos animales permite que la composición genética no tenga que ser considerada como una variable confundente (confounding) en las investigaciones. Por lo que las variabilidades de los resultados de las investigaciones se pueden deber a factores ambientales o metodológicos (Hernández, 2006).


Ahora, apelando al aspecto genético, ningún modelo animal va a ser 100% parecido al ser humano, eso es bastante obvio, el objetivo del uso de animales es representar (mimic) una enfermedad humana, y de ésta, muchas veces lo único que se logra reproducir es la sintomatología (como en el caso de la gran mayoría de enfermedades pulmonares) o un solo síntoma de la enfermedad, por lo que las investigaciones se centran en tratar de “curar” esos síntomas o aquello de la patología que ha sido reproducido.

Así existen diferentes modelos animales:
  •        Homólogos: en el animal la patología es muy similar que en los seres humanos (patogenia, síntomas y prognosis).
  •        Isomórficos: el modelo reproduce todas las características que el humano, pero es inducido en el laboratorio, por lo que la causa (etiología) es diferente.
  •        Predictivos: no son muy similares, pero permiten el estudio de diferentes aspectos (genética, tratamientos…) porque sólo reproduce un aspecto de la enfermedad (Rodríguez-Allue, 2017).

Uno de los modelos animales más empleados en la investigación biomédica es el ratón ya que el 75% de los genes de ratón tienen equivalentes en humanos, el 90% del genoma del ratón se puede alinear con una región del genoma humano y el 99% de los genes de ratón tienen análogos en humanos (Soucek, 2017). Debido a su relación filogenética y similitud fisiológica con los humanos, la facilidad de mantenerlos y criarlos en el laboratorio, y la disponibilidad de muchas cepas endogámicas, los ratones domésticos, Mus musculus, han servido durante mucho tiempo como modelos de biología y enfermedad humana; los estudios en ratones han contribuido de manera inconmensurable a nuestra comprensión de la biología humana. Aunque con demasiada frecuencia, los ratones responden a intervenciones experimentales de maneras que difieren marcadamente de los humanos (Perlman, 2016).

Es decir, muchos experimentos con fármacos resultan exitosos en la fase preclínica (en ratones), pero cuando se inicia con la fase clínica (en seres humanos) éstos no muestran resultados favorables y solo 3 de cada 10 fármacos (aproximadamente) logran pasar a la fase 3 o 4 para poder comercializarse.
Existen muchas razones para la alta tasa de fracaso del desarrollo de fármacos, pero las limitaciones de los modelos animales utilizados en las pruebas de drogas son un factor importante (Perlman, 2016). Muchas veces los resultados no son extrapolables, por lo que antes de pasar a la fase clínica, se debería pasar a un modelo animal más grande (por cierto, la clasificación de “Small animal model” y “Large animal model” es el tamaño, no necesariamente la complejidad biológica).

Ahora, en nutrición las diferencias desarrolladas en las dietas murinas y humanas también se asocian con diferencias generalizadas en la biología de las dos especies. Aunque tanto los ratones como los humanos son omnívoros, los ratones salvajes parecen consumir granos y cereales no procesados ​​de manera preferencial. Los ratones tienen incisivos grandes y en continuo crecimiento que les permiten comer estos alimentos. Probablemente debido a que las dietas de sus antepasados ​​eran bajas en ácido ascórbico, los ratones han conservado la capacidad de sintetizar este cofactor esencial; los humanos, en cambio, han perdido esta habilidad y ahora necesitamos vitamina C exógena. Y, presumiblemente, debido a la ingesta de diferentes xenobióticos por parte de sus ancestros, los ratones y los seres humanos tienen diferentes complementos de enzimas del citocromo P450 y diferentes patrones de metabolismo xenobiótico. Al menos en parte por esta razón, las pruebas de toxicología en ratones han sido un pobre predictor de la toxicidad humana. Lo que es más importante, los ratones tienen microbiomas diferentes y han coevolucionado con diferentes conjuntos de patógenos que los humanos. La anatomía del tracto gastrointestinal difiere entre las dos especies. La relación entre la longitud del intestino delgado y la del colon es mayor en ratones que en humanos, los ratones tienen un ciego prominente y carecen de un apéndice. En ratones, el ciego es un sitio importante para la fermentación microbiana de alimentos no digeridos. Por lo tanto, las dos especies proporcionan diferentes ambientes que aparentemente apoyan el crecimiento de diferentes microbiotas gastrointestinales. Además, los ratones tienen cantidades significativas de tejido linfoide asociado a los bronquios, que se ha interpretado para indicar que, debido a que viven cerca del suelo, se enfrentan a una mayor exposición a patógenos respiratorios en gotitas o partículas del suelo (Perlman, 2016).

En laboratorio, los tipos de dieta que se manejan son controladas, el CHOW es el pienso que se da de manera estandarizada cuando no se están valorando aspectos dietéticos sino aspectos patológicos (aunque existen muchos tipos de dietas que “inducen” a patologías, como es la haigh-fat diet con 45% de energía a partir de las grasas, dieta de cafetería con salami, papas fritas, queso, etc, o la western diet con 40% de energía a partir de grasas como la mantequilla). El nombre de este alimento “chow” en un principio hacía referencia a sus ingredientes “C” de corn, “O” de oats y “W” de wheat, la “H” se las debo… (aquí el enlace de la empresa que lo produce: http://www.nutrimentospurina.com.pe/screens/Labchows.aspx y aquí los ingredientes: http://www.labdiet.com/cs/groups/lolweb/@labdiet/documents/web_content/mdrf/mdi4/~edisp/ducm04_028021.pdf). Y, no es descabellado pensar que el tipo de dieta estandarizado también podría influir en los resultados de los experimentos, ya que estaría “manipulando” la naturaleza del animal, aunque, por otro lado, hay que recordar que el objetivo es la estandarización.

Los animales pueden usarse como modelos porque en realidad no hay diferencias sustanciales entre la fisiología animal y la humana. Ambas fisiologías son fruto del mismo proceso natural descrito por la teoría de la evolución de la que hace casi dos siglos Charles Darwin y Alfred Wallace sentaron los cimientos. Nos daremos cuenta de que la investigación con ratas y ratones es una herramienta valiosa si pensamos que tanto los humanos como los roedores evolucionaron de ancestros mamíferos comunes. Claro está que hay diferencias, pero lo que nos permite usar ciertos animales como modelos no son las diferencias, sino las semejanzas. En este sentido, el parentesco evolutivo es un criterio importante a la hora de determinar qué especie es más apropiada dependiendo de lo que se quiera o se necesite investigar. No obstante, las leyes naturales son las mismas para animales y personas. A nivel bioquímico funcionamos bajo los mismos principios. Ambos controlamos nuestro metabolismo liberando prácticamente las mismas hormonas, nuestros sistemas nerviosos emplean neurotransmisores similares y nuestros cuerpos reaccionan de la misma forma ante lesiones y enfermedades. Todo ello hace que sea posible extraer principios generales válidos para diferentes "sistemas de conducta" en general (Prada, 2012).

También presentan muchas limitaciones: diferencias anatómicas, regulación genética distinta, diferentes mecanismos fisiopatológicos, diferente respuesta a fármacos, etc. (Rodríguez-Allue, 2017).
Pues bien, diferencias existen entre animales y seres humanos, esto está claro, es por ello que diferentes animales se emplean para diferentes estudios, ya que dependiendo del tipo de patología o tratamiento que se desee investigar, se puede optar a uno u otro animal debido a las características que son capaces de reproducir.

Ejemplos:
La mosca es un modelo muy manejable y mucho más barato que la mayoría (Rudrapatna, Cagan y Das 2012). Se cree que casi el 75% de los genes humanos causantes de enfermedades tienen un homólogo funcional en la mosca. Sin embargo, con respecto al descubrimiento de fármacos, la farmacocinética y la farmacodinámica de moléculas pequeñas pueden producir discrepancias significativas en los niveles de fármaco y en los perfiles de distribución tisular entre mamíferos y moscas (Soucek, 2017). El pez zebra (Danio rerio) es un buen modelo para estudiar embriogénesis y cáncer, el hámster es un excelente modelo para carcinogénesis oral y melanoma, los conejos para cáncer derivado del papiloma virus (Soucek, 2017), perros, corderos o cerdos son buenos modelos para cirugía o anastomosis vascular (y los resultados pueden ser aplicados directamente a la práctica clínica), específicamente el cerdo es un excelente modelo de trasplante hepático (Hessheimer, 2017), el conejillo de indias para enfermedades pulmonares, primates y perros para desordenes neurológicos (los perros desarrollan CDS -síndrome de disfunción cognitiva- muy similar al Alzheimer), VIH y cáncer de mama en gatos, etc. (aquí ejemplos interesantes: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0212-16112007000200004).

Finalmente, la excelencia científica está fuertemente ligada al uso humanitario de los animales de laboratorio. Definen claramente las normas en las que se basan los principios éticos en la investigación con animales: las tres “Rs”: Reducir, Reemplazar y Refinar. Estos son los fundamentos para una racional e inteligente estrategia para minimizar el uso de animales y las causas de dolor y de diestres.  Reducir: Los proyectos de investigación que requieren el uso de animales de laboratorio deben ser realizados con el número mínimo necesario de animales que permitan obtener resultados científicamente válidos. El perfeccionamiento del diseño de los experimentos y la selección del modelo más adecuado, contribuyen al cumplimiento de este principio.  Reemplazar: Los procedimientos in vivo deben ser reemplazados siempre que sea posible por métodos alternativos que no usen animales vivos, como modelos matemáticos, simulación por computador, test serológicos, cultivos celulares y sistemas biológicos in vitro. Refinar:  involucra fundamentalmente la estandarización según parámetros internacionales como, definición genético-sanitaria y la calidad del ambiente donde son criados y mantenidos los animales antes y durante la experimentación. Incluye todos los procedimientos para minimizar y eliminar el dolor, así como todos los métodos de enriquecimiento para asegurar el bienestar animal (Hernández, 2006).

Referencias

Hernández, S. (2006). El modelo animal en las investigaciones biomédicas. Biomedicina, 252-256.
Hessheimer, A. (31 de octubre de 2017). Animal Models in Experimental Transplantation.
Perlman, R. (2016). Mouse models of human disease: An evolutionary perspective. Evol Med Public Health., 170–176.
Prada, R. (29 de junio de 2012). Uso de modelos animales para el estudio del comportamiento humano. Obtenido de Hablando de ciencia: https://www.hablandodeciencia.com/articulos/2012/06/29/uso-de-modelos-animales-para-el-estudio-del-comportamiento-humano/
Rodríguez-Allue. (02 de noviembre de 2017). Experimental models in neurosciences.
Soucek, L. (31 de octubre de 2017). Experimental models in cancerLaura. Barcelona.
Titos, E. (24 de octubre de 2017). Basic Principles and Common Models in Experimental Research.



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